Los relatos y narraciones de
cuentos provocan estados de felicidad y bienestar en los niños de estas edades,
es algo afín a su mundo, les resulta familiar y muy querido.
El niño de 4 años no distingue
entre la realidad y la fantasía y aún el de 7 años conserva algunos rasgos del
pensamiento mágico. Por tanto, el cuento le transporta a un mundo de fantasía
en el que enseguida se sienten identificados.
Tras la narración, la propuesta
inmediata de su interpretación les fascina, resulta espontánea y natural, el
niño, sin darse cuenta, se expresa desinhibidamente. Jugando a ser los
diferentes personajes disfrutan, adquieren conocimientos y asimilan los
conceptos necesarios para su aprendizaje; porque estos conceptos estarán contenidos
o representados simbólicamente en el cuento. El trabajo con las actividades
posteriores al relato se convierten en un juego que deriva de la misma
historia, de forma que se crea una continuidad, los niños entran en un mundo
del cual saldrán al finalizar la sesión.
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